REFLEXIONES DE UNA MUJER FEMINISTA, QUE YA NO ES FEMINISTA, PERO SÍ ES FEMINISTA, PERO NO ES FEMINISTA.
PARTE I: STONER VIRGIN
Todo empezó cuando tenía 16 y un crush GIGANTESCO con Diego, que iba en el Cumbres (por qué no). Un verano en Los Cabos—con un cuerpazo producto de una anorexia rampante—conocí a Diego. Pasamos 2 semanas en beach clubs, en albercas, jugando yo nunca nunca, agarrándonos en el antro y pidiendo shots a lo pendejo. It was arguably the best summer of my life.
Mi vida era como la de cualquier niña de 16 años, quería novio y salir a todas las fiestas: el único problema en mi vida eran mis papás. Porque no me dejaban salir a todas las fiestas (bless their hearts) y no me dejaban llegar a las 4 de la mañana en la Suburban de Diego hasta el culo de Bacardi. Y Diego de 18 años lo único que hacía, naturalmente, era salir. Así que después de varias noches canceladas porque mi papá no me dejaba salir, Diego dejó de invitarme al pedo. Lógicamente, eso sólo logró que me obsesionara aún más con él y que, como si fuera posible, me encabronara incluso más con mis papás.
Entonces empezó el rampage de alcohol y rebeldía.
Con 17 años y unas ganas estúpidas de que Diego se volviera a fijar en mí, hice lo que cualquier sane woman would, ir a todas las fiestas, los precopeos, las comidas, cenas, todo. Con la esperanza de que tal vez él también iría. Lidiando con una frustración agobiante cada vez que llegaba a la casa de (inserta el nombre de cualquier niño bien de tu preferencia) y estaban todos sus amigos menos él. Esto sólo provocaba que yo tomara con más violencia de la que ya lo hacía y terminara en Interlomas en casa de un wey que no conocía drinking into oblivion. Así me pasé unos meses, hasta que llegó el gran día: LA PEDA DEL MUNDIAL
(Tal vez si ese día nunca hubiera pasado no sería la persona que soy hoy, pero Dios sabe por qué hace las cosas).
El día del partido México vs Brasil del Mundial 2014 yo estaba —otra vez—en casa de alguno de los amigos de Diego en Interlomas. Llegué a las 10 am con mi playera de México y con mi grupito de amigas y nuestras bolsas LV, perfumadas hasta la muerte y pintadas con un look que sugería que nos íbamos a poner hasta el culo, pero in a fun, es martes y es el mundial y somos super populares, kinda way. Yo tenía regularización de algebra a las 4 pm porque me había ido a extraordinario y tenía que pasar la materia. Mi plan era ver el partido y luego irme a estudiar.
Sobra decir que eso nunca pasó.
Lo que pasó fue lo mismo que llevaba pasando por meses, todos veían el partido y yo veía la puerta y cada vez que alguien entraba y no era Diego, me tomaba un shot. Me tomé alrededor de 30 y para las 12 del día ya no sabía cómo me llamaba ni dónde había dejado mi celular.
Blackout.
Recuerdo que hacia la tarde —porque a pesar de perder la memoria me acuerdo que la luz era de tarde—digamos como 5 pm, estaba en el jardín con Diego, finalmente.
Estaba tan peda que no podía caminar bien, pero estaba ÉL. Por fin estábamos en el mismo lugar y no había nada, ni una congestión alcohólica, ni una regularización de álgebra, que pudieran interponerse en nuestro camino.
Blackout.
Lo que recuerdo después es subirme a una camioneta con Diego, otro wey y una amiga. Llegamos a otra casa, nos subimos a un tapanco y nos pusimos a rolar un porro, o mejor dicho, se pusieron a rolar un porro, porque para este punto no estoy segura cómo pude:
Subirme a la camioneta
Bajarme de la camioneta
Subir escaleras
Hablar
Mover mis brazos
Mover mis piernas
Existir
Como si no fuera suficiente, la María Cecilia de 17 años, virgen e inconsciente decidió que era buena idea fumar marihuana. Lo único que hizo la marihuana fue hundirme más en una bruma espesa y confusa propulsada por una necesidad y una frustración que solo un drogadicto en plena ansiedad conoce.
Black out.
Flashback. Yo encima de Diego en un sillón mientras varios amigos nos gritaban “que no mamáramos” porque yo tenía los pantalones abajo y mi mano estaba en su entrepierna.
Black out.
Siguiente flashback. Yo en un gimnasio (?) pidiéndole a Diego que no se fuera —principalmente porque no me podía mover— estaba en un segundo piso y me daba terror quedarme atrapada en el tapanco.
Pero Diego se fue.
Me quedé sola en el tapanco y empecé a llorar, angustiada de no poder moverme, sin celular ni nadie que me ayudara a bajar las escaleras. Como pude1 bajé las escaleras y llegué a la planta baja, donde me encontré con una fiesta sucediendo. A cada persona que veía le pedía ayuda para encontrar mi celular, ayuda para caminar, les pedía que me calmaran. Pero nadie me ayudaba, todos me veían con una mirada que nunca voy a olvidar: me veían con pena, como si el simple hecho de mirarme fuera humillante.
Acto seguido: MI HERMANA2.
En ese mar de desgracia alguien ya se había puesto en contacto con ella para avisarle que, —otra vez—estaba sin celular, inconsciente, perdida en algún lugar del poniente. Cuando la vi me abalancé sobre ella y nos encerramos en un baño. Ahí empecé a llorar desesperadamente contándole lo que había pasado con Diego, pero contándolo como si fuera algo malo. ESO que había querido por tanto tiempo, volverlo a ver, besarlo, me acababa de desconfigurar la psique, algo horrible me había pasado, pero no estaba segura de qué ni cómo, solo mi cuerpo ya no se sentía mío, me sentía completamente expuesta y vulnerable ante un entorno violento y humillante.
Llegué a mi casa y cuando mi mamá me vio entrar recuerdo ver un gesto de terror en su cara. “¿Dónde estabas?” “¿Qué te metiste?” “¿Qué te hicieron?” Las preguntas de siempre. Para ese entonces ya se me había bajado un poco la peda y me acuerdo de estar sentada comiéndome unas quesadillas mientras mi mamá me gritaba preocupada.
Entré a mi cuarto y me quedé dormida con la ropa puesta.
Al día siguiente desperté y fui al baño. Me miré al espejo ,consciente por primera vez, desde el día anterior. Lo que vi fue una niña con la cara hinchada, la playera de México y los pantalones llenos de sangre. Sentí cosas que no puedo explicar bien. Me quité la ropa. Mis calzones también estaban marcados con sangre.
Otro flashback: el sillón en el que estaba encima de Diego en el tapanco manchado de sangre.
Me metí a bañar batida en lágrimas. Fue mi primer ataque de ansiedad en la vida. No podía creer lo que estaba pasando. ¿Realmente pasó lo que creo que estaba pasando? ¿Cómo lo pones en palabras? Sentía repugnancia y culpa conmigo misma, cada centímetro de mi piel (estaba) inconsolable. Me sentía sucia. Hoy entiendo que me sentía abusada.
Salí de la regadera y me puse la ropa más holgada que pude encontrar, en un intento de despegarme de mi cuerpo lo más posible. Me sentía tan mal, mental y emocionalmente, que les fui a llorar hasta a mis papás, les pedí que me ayudaran, les dije que creía que tenía un problema con el alcohol y que se me estaba saliendo de las manos. En ese momento sentí algo de comfort al ir a hablar con ellos, pero la verdad es que ni ellos ni yo sabíamos qué hacer con respecto a mi alcoholismo y a lo que me acababa de pasar. Nadie en mi casa sabía cómo abordar estos temas, hasta la fecha no sé si mis papás intuyeron lo que me había pasado ese día o si solo creyeron que fue una mala peda.
Como había perdido mi celular agarre mi iPad y me metí a Facebook3 y les hablé a mis amigas preguntándoles qué había pasado ayer, esperando que tal vez ellas tuvieran la respuesta de por qué me sentía así.
Las respuestas que recibí:
Ayer neta sí te pasaste.
Wey no sé yo te perdí en casa de Rebe.
Ahuevo te querías subir al coche de Diego y no pude detenerte wey.
Bebeeeeeee cómo estás? Estuvo cabrón ayer no?
Nadie tenía respuestas. Me armé de valor y le hablé a Diego. Mi prioridad era encontrar mi celular, desesperada por poder tener control de algo.
Hasta la fecha recuerdo que le escribí:
Hola Diego, creo que ayer se salieron un poco de control las cosas. Te acuerdas qué pasó? Te acuerdas cuando fue la última vez que viste mi celular?
Tardó horas en contestarme para decirme:
Sí se salieron un poco de control y cuando estabas conmigo ya no traías tu celular.
Después de eso nunca volví a hablar con él4.
Este suceso marcó un antes y un después en mi vida, no porque mucho haya cambiado después de eso. Pasaron dos semanas en las que juré nunca volver a salir ni tomar y cuando terminaron me olvidé y seguí haciendo lo que sabía hacer mejor: destruirme.
Pero algo dentro de mí cambió. Sentí un nivel de humillación que no sabía que se podía sentir. Seguía pensando en cómo mientras estuve en la peda después del tapanco, todo mundo me veía cómo me veía porque estaba llena de sangre y sabían que era porque acababa de coger con Diego (perdiendo mi virginidad) en el piso de arriba, donde seguramente nos vieron haciéndolo.
Unas semanas después, en la escuela, en un break entre clases, se acercó la más fresa, bonita y popular de mi grupito de amigas fresas, bonitas y populares y me dijo: Negra, tengo que hablar contigo5. Lombardo está diciendo que el día de la peda del mundial estabas en su casa y que te cogiste a Diego y que dejaste todo su sillón lleno de sangre y que ni siquiera lo limpiaste.
Después de ese día y de llorarle a mis papás, yo no había hablado con nadie de eso, excepto con mi mejor amiga y mi hermana. Mi plan era hacer como que nada había pasado, porque no tenía las herramientas para lidiar con la vergüenza y el dolor que estaba sintiendo6. Pero ahí estaba, en plena luz del día, siendo confrontada por chismes sobre el día que perdí mi virginidad de una forma en que nadie debería de perder su virginidad. Claro que negué todo. Claro que nadie me creyó. Y claro que eso solo hizo que mi vergüenza se hiciera aún más profunda.
Y así como dicen: tu propia historia te hará llegar al feminismo.
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PARTE II: Y LA CULPA NO ERA MÍA NI DÓNDE ESTABA NI CÓMO VESTÍA (NI QUE TAN HASTA EL CULO ESTABA)
Fast forward 3 años después, habiendo vivido una serie de eventos iguales al de la Parte 1 con algunas variaciones, un rehab stunt y lograr estar sobria.
No voy a hablar aquí del trip que es estar sobrio. Pero lo que sí voy a decir, porque importa para lo que les estoy contando ahorita, es que cuando estás sobrio te das cuenta de que las cosas que te hacían chupar no son externas, viven dentro de ti. La cosa es que después de un año de estar sobria y aclimatándome cada vez más a mi cuerpo y a mi mente me empecé a dar cuenta de 2 cosas:
Les tenía miedo a los mirreyes.
Sentía una profunda ira hacia la sociedad en la que había crecido, los hombres y hacia mí misma.
Esto, obviamente, sólo hizo una cosa: Introducirme al feminismo. Empecé como cualquiera, leyendo artículos en internet y buscando quién es Ana Mendieta en Google.
Cuando empecé a entender de qué se trataba el feminismo sentí que volvía a respirar. Me sentí vista, comprendida, la vida tenía sentido de nuevo. Por supuesto que no había sido mi culpa, la culpa era de esos pendejos del Cumbres y de esas idiotas del Miraflores. Me pinté el pelo de azul, morado, verde, rojo, me lo rapé, me deje crecer el pelo en las axilas, me lo pinté también de azul, morado, verde, rojo, me dejé crecer el vello púbico, dejé de rasurarme las piernas7. Empecé a vestirme como niño (para este entonces Beatriz Preciado y yo éramos una misma), caminaba por los pasillos de mi universidad (el Tec de Santa Fe) y veía como me veían los mirreyes: una mezcla entre confusión y miedo, será niño o niña, por qué esa niña trae los pelos así, se le ven los pezones, no podían sostenerme la mirada. Por fin me sentía segura, ya no había lugar para la vergüenza, solo la venganza.
Iba a las marchas convocadas por las feministas con las tetas al aire, con carteles que decían “SU LUJURIA ESTÁ MANCHADA CON NUESTRA SANGRE”, gritando hasta quedarme sin aire. Con las del bloque negro, rompimos y quemamos monumentos, nunca tan seguras, unidas, organizadas, tranquilas. Cada libro, artículo, exposición, performance, marcha a la que asistí por esos 3 años me devolvieron algo que hace muchos años le había entregado a los hombres y al alcohol: mi autoestima y mi dignidad. Con cada vidrio roto y grito alzado se exorcizaba cada vez más la ira y la vergüenza, me sentía cada vez más yo.
Fue hermoso. Y si tuviera que volverlo a hacer lo haría todo sin pensarlo. El feminismo me devolvió a Maria Cecilia, el tema es que Maria Cecilia es una pinche intensa. Y así como llevé mi alcoholismo y el gustar al extremo, llevé el feminismo al extremo… o dicho en otras palabras, me volví inmamable.
Nada me parecía, TODOS estaban mal: hombres, mujeres y quimeras. Si no eras feminista eras una pendeja, pero si eras feminista y no eras vegana eras doblemente pendeja, pero si eras feminista y vegana, pero consumías plástico eras una desgracia. Era agotador. Me convertí en la policía moral de Álvaro Obregón, el mundo estaba echado a perder y sólo yo tenía la respuesta. Me peleé con mis papás, amigos, con las feministas, con desconocidos.
Creaba problemas donde no los había, me volví temeraria, sin espacio para nada, mucho menos la ternura.
La suavidad, la templanza, la pasividad, la belleza y demás características femeninas me parecían un insulto y sobre todo una debilidad. Quería alejarme lo más posible de lo que para mí significaba ser mujer. No entendía cómo la energía femenina podía ser poderosa porque estaba completamente cegada por mi dolor. Y en este esfuerzo por salirme de ese lugar terminé bloqueando por completo mi feminidad. Lo que no sabía era lo que me iba a costar recuperarla y lo que me estaba costando perderla. Como la relación con mi mamá.
Paradójicamente cuando más feminista era más trabajo me costaba estar cerca de mi mamá, le tenía mucho coraje porque ella representaba para mí todas estas cualidades femeninas que antes mencioné. Era su culpa que yo hubiera sido la niña que fui y la que permitió que a esa niña le hicieran cosas tan feas.
No tenía compasión ni empatía por mi mamá, lo que le pasaba en su matrimonio era producto de sus decisiones y de su debilidad. Claro que yo nunca había estado en una relación para entender lo complejas que son. Juzgaba a mi mamá desde la ignorancia y cuando llegó la hora de poner en práctica mis habilidades en el amor caí de rodillas, derrotada. La entendí. Si yo estaba así después de 6 meses de intentar estar con alguien que amaba no podía imaginarme lo que ella había sentido por más de 30 años, las cosas que tuvo que sacrificar, el dolor que tuvo que haber sentido para ser la mujer que es el día de hoy.
La vida no cabe dentro de un concepto y poco a poco me fui dando cuenta de eso. La ruptura comenzó y los pedazos comenzaron a caer.
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PARTE III: SOÑÉ QUE COMÍA POLLO
Hubo 3 momentos clave que desmoronaron mis convicciones:
El ritual de la Bruja:
Rebeca (que nunca volví a ver en mi vida, pero le agradezco todos los días) me platicó de una bruja que ella había ido a ver y que era “buenísima!”.
Llegué al consultorio de esta mujer y todo estaba repleto de simbología mística cristiana, numerología y fotos de sus french poodles.
Me examinó por un segundo y me pidió que me acostara, boca abajo, sobre la camilla de masajes que estaba en medio del cuarto. Luego agarró unos artefactos de madera y me los pasó por el cuerpo mientras murmuraba cosas ininteligibles. Soltó los palos, me agarró de los tobillos, alzó mis piernas, carraspeó la garganta preocupada y me dijo: ¿A ti te violaron verdad? Sin esperar contestación y soltando mis piernas en la misma acción.
Me dijo que tenía muy desnivelada mi energía femenina y masculina y que necesitábamos hacer un ritual para poder recuperar la femenina. Me preguntó si estaba dispuesta.
(En este punto de mi vida la verdad me sentía tan vacía y sin sentido que estaba dispuesta a todo. Creí que convertirme en algo completamente diferente a lo que era antes—fresa y alcohólica— y entregarme en cuerpo y mente a ciertos principios me iba a dar lo que llevaba buscando todo este tiempo, lo que busqué también en el alcohol y en la aprobación de los demás, solo para toparme con la cruda verdad de que nada de eso prometía lo que yo esperaba, porque es algo que ni siquiera se puede poner en palabras)
Así que me quité toda la ropa, la bruja me dio un aceite y me pidió que me lo embarrara en todo el cuerpo mientras ella cubría la camilla de masajes con sábanas blancas. Cuando terminé de untarme el aceite me explicó lo que tenía que hacer, ponerme en posición fetal en la cama para que entonces ella me envolviera en las sábanas blancas. Voy a apretar mucho las sábanas y cuando sientas que ya no puedes respirar comienza a salir. Primero estaba muy cómoda, pero de pronto me empezó a faltar el aire, me estaba asfixiando. Empecé a pelear contra las sábanas, cuando logré salir rompí en llanto y la bruja me recibió en sus brazos mientras repetía una y otra vez: Toma de mi toda la energía femenina que necesites, soy tu madre.
No estoy diciendo que después de ese ritual hubiera recuperado mi feminidad de un día para otro, el proceso de re-conexión ha sido complejo y lento. Tenía que encontrar un lugar en el que me sintiera cómoda y libre para expresar la forma en que necesitaba de la feminidad y este ritual fue un punto de partida. Pasaré una vida entera tratando de encontrar el punto medio entre estas dos energías que me habitan (la masculina y la femenina).
Siempre he sido una niña muy precoz, no me gusta tener que esperar y tiendo a huirle a la delicadeza, más por miedo que por gusto. Pero hoy conectada a mi feminidad me siento poderosa y es por eso que me atrevo a practicar principios que me han costado trabajo toda la vida, como la pasividad, la sutileza (tomando en cuenta que en la parte 1 les conté uno de los eventos más traumáticos de mi vida a detalle, pero again, womanhood is a spectrum, life is a spectrum, I´m not aiming for perfection, just a little bit of everything), la seducción y la calma.
Así que puedo decir que el feminismo me regresó a mi de las formas más inesperadas, primero como un catalizador del odio y asco que sentía por la sociedad que me obligó a mirar cosas que me incomodaban y me dolían. Para después de poder alquimizar ese odio, llegar aquí, a un lugar en donde puedo vivir mi feminidad y sentirme poderosa en mis caderas, mis curvas, mi suavidad, mi pasión, mi calidez. En donde no hay enojo, sino curiosidad, redención, en lugar de venganza.
2. Enamorarme de Hugo:
Cuando conocí a Hugo yo era lesbiana, feminista y vegana. Las tres cosas más inmamables que alguien puede ser8.
Era lesbiana por decisión, los hombres me parecían bellísimos, pero me aterraban los pitos. Pero después de pasar una semana cagándome de risa con Hugo en el set de una película de bajo presupuesto me di cuenta de que él no era un genio de la comedia sino que me gustaba.
Inmediatamente traté de convencerme a mi misma de que eso no era posible porque yo era lesbiana, estaba pelona, no usaba desodorante, no agarraba un rastrillo desde hace como 3 años y estaba saliendo con una morra que era dealer de todos los jotos, y they/thems de la CDMX, era la antítesis de la heteronormatividad. Pero en contra de todos los pronósticos nos enamoramos. Y toda la suavidad y ternura que había perdido en mis andares feministas se desataron en mí como una cascada a velocidad impetuosa.
Después de pasar años frustrada porque el mundo no era como yo quería, empeñada en tratar de cambiarlo, enojada, violentada y violentando para tratar de lograrlo, de pronto estaba un viernes a las 5 de la tarde en la cama de Hugo, en calzones y comiendo paletas heladas.
El mundo había cambiado tanto. ¿Qué importa la causa, has visto cómo me ve? ¿Cómo voy a ser feminista radical si mamársela a mi novio se siente como un acto de devoción tan puro? ¿Cómo les explico a las del bloque negro que ayer mientras cogíamos me preguntó, ¿eres mía? y al escuchar eso me vine inmediatamente?
Hugo me enseñó a coger y fue la primera persona que me hizo el amor. Me formó en el placer y le dio una nueva perspectiva y dimensión a la pasión y la entrega. Me recordó que la vida no es una lucha interminable, también es para disfrutarse, coger, comer, lamer, chupar, reír, enamorarte y entregar en lugar de exigir. Dar en lugar de pedir.
3. Soñé que comía pollo:
Después de cortar con Hugo mi vida cambió radicalmente. Jamás he sentido un dolor tan profundo como el que sentí cuando nos separamos.
Como todo en esta vida la única forma de transformar el dolor es transformándose. Y eso hice. Sin darme cuenta y poco a poco, un día soñé que comía pollo. La pasé tan bien en ese sueño que me desperté con un antojo alarmante. Pero ¿cómo yo? la morra que se ha pronunciado autoridad moral del ecofeminismo (lol) va a decir que después de 5 años, que incluyen un performance vestida como conejita de Playboy en el mercado de Medellin frente a un puesto de carne mientras me rasuro las axilas hasta cortarme la piel y sangrar para luego modelar y posar junto a los pedazos de carne expuestos en la carnicería9, CÓMO YO voy a comer carne otra vez. Ósea, not me soñando que como pollo después de todo el cagadero que arme.
Pero es de sabios cambiar de opinión y a mí ya no me alcanzaba para vivir en un mundo tan rígido. Así que hablé con mis papás y les dije que ya no quería ser vegana, por lo cual me felicitaron.
En este proceso de volver a comer carne, queso, huevo, sushi, salir a comer con mi papá y pedir cosas deliciosas, pedir Mc Donald´s un domingo en la noche mientras veo Love is blind, enamorarme otra vez, coger con mi nuevo novio y pedir Domino's, me empecé a sentir tan viva.
Me dio tanta paz darme cuenta de que puedo cambiar de opinión, que puedo entregarme por completo a una cosa y luego decidir que ya no, que puedo, evolucionar, intentar, cagarla, regresar, deshacer, destruir, reconstruir, encontrar, perder y que la vida siempre me va a recompensar por vivirla.
Que hay cosas que odio del feminismo, pero hay otras que amo.
Que hay cosas que odio de la sociedad, pero hay otras que amo.
Que hay cosas que odio de los hombres, pero hay otras que amo.
Que hay cosas que odio de mí, pero hay otras que amo.
A Diego me lo volví a encontrar hace poco, después de años de no verlo y años en los que topármelo en la calle era uno de mis miedos más grandes. Y de pronto ahí estaba, en la bici de al lado de la mía en una clase de Siclo. No me dieron ganas de salir corriendo ni de esconderme, y ya no había vergüenza.
Por como pude me refiero a gateando y bajando escalón por escalón sentada y rodando.
Dios la cuide y la bendiga siempre.
Instagram wasn´t such a thing yet, nos mensajeábamos por Facebook todavía ok?
Excepto si cuentas la vez que lo volví a ver por primera vez después del infamous día del mundial en una PEDA en su MANSIÓN en VALLE DE BRAVO en el puente de febrero del SUPER BOWL. En donde (también hasta el culo) porque tenía terror de volverlo a ver después del día del mundial, tomé cantidades cuestionables de tequila y me empecé a ligar a uno de sus amigos. Y cuando iba saliendo del baño de regreso a la barra me lo topé y me dijo: ¿También te lo vas a coger a él?
Bleak. My life was bleak.
Me decían Negra en la prepa.
Paréntesis: Mientras escribo esto tengo un pensamiento recurrente: van a pensar que eres una insensible, porque no abusó de ti tu abuelo, tío o primo por años. Ni te faltó nada. Eras una niña fresa anoréxica que se ponía pedísima en casa del primo de los de Televisa y se la cogían en los asientos de atrás de las Suburbans con los escoltas todavía ahí y, ¿crees que eso es sufrir? Este pensamiento era el pan de cada día cuando era feminista radical. Vivía con miedo todos los días de que un día las feministas que sí habían sufrido de verdad se dieran cuenta de que yo era una estafa, que mi dolor no estaba tan cabrón, regrésate a La Mexicana maldita niña fresa. Pero poco a poco logré aceptar que mi dolor era mío y que no tenía que ser la morra con la historia más desgarradora de todas para que mi dolor contara. Contaba porque lo estaba sintiendo, cuenta porque me hizo ser quién soy el día de hoy. Womanhood is a spectrum.
Menciono el pelo porque yo me empecé a depilar las axilas en quinto de primaria. Demasiado joven como para ya ser consciente del efecto y juicios que mi cuerpo podía provocar en Diego (para variar) mi crush de la primaria y secundaria.
Sin ánimos de ofender a las lesbianas feministas veganas. Estoy hablando de mí.
Porque mi tesis era que las mujeres y los animales pasamos por el mismo proceso de objetivización en el que a través de métodos violentos y dolorosos nos convierten en objetos que pueden ser consumidos sin culpa (como a través de la pornografía o comer carne). I wasn´t that wrong btw.